Un Quijote envejecido, ausente del mundo, disfrazado de persona normal, ataviado con traje gris y corbata, fingiendo no pensar. Un Sancho revolucionario con camiseta del Che Guevara y pitillos de liar. Una conversación única entre la experiencia e incredulidad de quijote y la joven mirada inconformista del iluso Sancho.
Don Quijote ya no entiende lo que ocurre, ya no se indigna ni lucha contra gigantes, los gigantes
le han ganado la partida a base de maletines. El público mira la función sin atender a lo que ocurre tras el telón y sancho se manifiesta a la entrada del teatro solo. Termina la función entre aplausos y melodías de partido, victoriosos los actores cobran sus honorarios. Don Quijote niega con la cabeza mientras arropa a Sancho quien derrotado se enciende otro cigarrillo. El público abandona las butacas con un dulce sabor que encubre la tragicomedia que acaban de presenciar. Sancho pregunta: ¿Qué hacemos mal?, y Quijote responde: nada querido es que ellos lo hacen muy bien.
Sancho: ¿Qué podemos hacer?
Quijote: leer viejo amigo, leer.
Sancho: ¡no quiero leer y olvidarme de lo que nos ocurre!
Quijote: esa no es la función de leer, sino educar.