Olerte es como navegar
por un mar de flores ciegas:
fragmentario el trayecto
hacia el aire, hacia ninguna parte,
hacia tu imposible.
Olerte no tiene vuelta atrás;
leve cuchillo de vainilla
que me inunda de estupor
hasta que caigo de rodillas
acaso derrotado, acaso vencedor
de este encuentro lejano
entre los cantos de nuestra piel.
Olerte y ser cascada;
olerte y blancos castillos
que alojan nuestras máscaras o recuerdos
y su ascenso feraz, su cópula cruel;
olerte y tener que volver a empezar
juntos la cuenta
de las marcas de mordiscos
que he dejado en ti.
Venga el perfume pagano
a las lindes de mi cueva
toma mi voz nacida de las olas,
amante de las tormentas.
Imagen: «John Henry Fuseli – La pesadilla«