Hoy no podremos enterrar a los muertos.
Las quimeras custodian los mausoleos,
aúllan bajo los pálidos capiteles
con las garras sobre los eternos cadáveres
a los que se les niega la putrefacción;
la ciudad doliente sigue su circulación
queda, bajo la luz del mármol presa
de las claraboyas, transparentes láminas
que acuchillan con nácar a toda vida,
todo brote de seda, todo intento.
Nada ocurre en una esfera perfecta.
Embalsamada materia sin movimiento
la del sueño. Fisura irreconciliable
entre el ser y el no ser. Madriguera.
Las quimeras jamás se irán
mientras sigamos siendo incapaces
de mirar al frente sin miedo.
Bostezan con desgana
mientras el tedio late en las baldosas
sin que nadie acuda a su encuentro.
Hoy tampoco podremos enterrar a nuestros muertos.
El sueño del caballero, Antonio de Pereda