Mi charla empezaba así:
«Hola, me llamo Alejandra, tengo 34 años y vengo acá porque tengo un problema: soy adicta. Me diagnosticaron «dromomanía»: adicción a los viajes.
Desde chica que me ocurre: me mudé más de 7 veces, fui a más de 14 escuelas (por voluntad propia, no me expulsaron de ninguna) y cambié de trabajo muchas veces también.
Lo cierto es que para mí, todo es viaje, a todo lo relaciono con viajes, es una obsesión: toda búsqueda es un viaje, estar acá para mí fue un viaje, la vida es viaje… Así que decreté que no tengo cura y, de hecho, no la quiero encontrar porque siento viajar nos hace más humanos».
Creo que lo que en el fondo todos buscamos al viajar es paz, nuestro propio significado de la felicidad, y es una excusa para encontrarnos a nosotros mismos.
Vengo a instaurar una nueva religión: la de los viajeros. Su lema principal es «Viajar os hará libres». Y la intención es que seamos cada vez más: una legión de viajeros que lleven la pasión por los viajes a cada rincón del mundo y generen aún más seguidores del movimiento para que lo continúen, cual discípulos.
Porque un mundo con gente que viaja es un mundo más feliz…
Les comparto mi charla en una de las dependencias del Rotary Club de Argentina (no me gusta mucho verme en pantalla, así que aún estoy intentando hacerlo):