Viajar solos es algo que creo que toda persona debería hacer al menos una vez en su vida, para estar en contacto con su propio ser, para perderle miedo a sus propias emociones y sentimientos y conocerse mejor.
Muchos me dicen que no saben cómo manejarse solos o qué hacer con su tiempo, cómo entretenerse sin compañía de otros. Yo creo que justamente solos es cuando más aprendemos y descubrimos que somos la mejor compañía: le perdemos miedo a nuestro propio ser, a nuestra esencia, y lo hacemos a nuestro propio ritmo. En efecto, podemos prestar más atención a nuestros tiempos, a nuestro propio proceso de aprendizaje, y dejamos que todo fluya como salga.
Con respecto a cómo desenvolverse solos en un lugar cuyo idioma desconocemos, hay muchas aplicaciones en el celular que nos ayudan. En lo personal, cuando fui a Japón y a Corea del Sur, utilicé el traductor de Google, que también tiene la opción de audio, para escuchar la pronunciación, y nos lee el mensaje que deseamos expresar. Hay otras muy útiles que hacen lo mismo en simultáneo, mientras hablamos o mientras otros hablan, y nos traduce el mensaje. He mantenido conversaciones interesantes y hecho lindas amistades con extranjeros locales gracias a estos recursos de la tecnología.
De esta forma, descubrimos nuestra autonomía y desarrollamos nuestros recursos internos ya que, en ocasiones, nos vemos obligados a hacerlo. Y cuando nos sale bien, nos motivamos y lo continuamos por voluntad propia. Esto, sin dudas, mejora nuestra calidad de vida y nos hace ver nuestras fortalezas y debilidades, lo cual nos ayuda a trabajar en ellas.
Tener un diario o una bitácora de viajes nos permite recopilar nuestros sentimientos y reflexiones, que luego pueden plasmarse en un futuro libro con nuestras aventuras. Y a la vez nos ayuda a bucear en nuestro interior: pueden surgir cosas geniales y descubrimientos sublimes! La escritura es otra herramienta de autoconocimiento, y el escribir sobre nuestros sucesos y sentimientos nos puede ayudar a ordenar todo lo que nos ocurre, nuestras emociones, y a darles un sentido. Incluso a cerrar o a abrir etapas. Por eso creo que la escritura combina muy bien con los viajes, porque ambas actividades tienen un fin en común – o pueden tenerlo.
Sacar fotos, pensar durante un traslado en tren, automóvil o algún medio de transporte, planificar de forma espontánea una excursión a solas mirando un mapa, con nuestra sola compañía, e incluso armar la valija, son formas de aprovechar el tiempo con nosotros mismos, mimarnos y mejorar nuestra autoestima. Son todas actividades que implican toma de decisiones, priorizar ciertas cosas, renunciar a otras, y descubrir qué es lo que queremos, qué nos gusta y qué no. En resumen, descubrimos qué es lo que nos hace felices.
Conocerse a sí mismo es, en mi opinión, uno de los actos humanos más sabios, como proclamaba el aforismo griego inscrito en el pronaos del templo de Apolo en Delfos: «Conócete a tí mismo». Y un viaje en solitario es, siento, la mejor manera de lograrlo.
Porque un mundo lleno de gente que se conoce más a sí misma es un mundo más armónico con gente más feliz. Y eso nos beneficia a todos 🙂